Paseando por la sierra

Esta carta es más bien un grito desesperado ante lo inevitable. Esta batalla está perdida y tan solo un loco de la estatura de Alonso Quijano la podría remediar. Este verano estuve en la sierra de Albarracín, todos los antepasados que alcanzo a recordar son de allí y, como tantos hijos de emigrantes de la provincia de Teruel que andamos perdidos por la geografía española, cada vez que puedo regreso para encontrarme conmigo mismo y con mis familiares. Y siento un irresistible deseo de salir por esos viejos caminos que atraviesan los Montes Universales y que han transportado tantas tristezas y tantas alegrías.

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